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Antes de acceder a las naves del templo, podemos contemplar, observando a lo alto de la puerta por dónde has entrado, el rosetón, la vidriera más antigua de esta catedral, que fue elaborada en el siglo XIII con la representación del obispo en el centro; se halla en su cátedra proclamando el mensaje evangélico.
Ya fijando los ojos en la parte baja se puede apreciar, a mano derecha según entras, la Capilla de San Enrique, que patrocinó el Arzobispo D. Enrique Peralta y Cárdenas para su enterramiento.
Se trata de una obra del barroco clásico, diseñada por el maestro arquitecto Juan de Sierra y realizada por Bernabé de Hazas entre 1670 y 1675. Se halla cubierta con doble cúpula, octogonal la de los pies y circular con linterna la de la cabecera. Presidiendo la capilla encontramos el retablo principal, atribuido a Policarpo de la Nestosa, con buen dorado, y policromado por Alonso Álvarez. Preside el retablo una valiosa escultura del Ecce Homo, colocada en la hornacina central; se trata de una obra flamenca que lleva la marca de los talleres de Amberes y fue realizada hacia el año 1500.
En el ático, bajo arco de medio punto, se puede ver la imagen de San Enrique Emperador, titular de la capilla. En el muro de la derecha, dentro de un arcosolio y junto al retablo, se dispone el enterramiento del Arzobispo, con la estatua orante en bronce, obra extraordinaria del género funerario de la época. Es también digna de mención la pequeña sillería del coro, con magníficas taraceas de maderas preciosas. Es igualmente digno de admiración el órgano situado a los pies de la capilla. Su preciosa caja barroca y su original conjunto de tubos nos acercan a la música de los siglos XVI y XVII. El órgano estaba concluido en el año 1674.